Pocos son los que todavía no conocen el espectáculo renacentista el Ultrashow de Miguel Noguera. Solo en el escenario y ante un público que parece importarle bien poco en el desarrollo de su micro/macro-mundo (según lo mires), se enfrenta a todo tipo de situaciones y retos creados por su laberíntica mente.
Cualquier persona que haga uso de la razón intentará catalogar este espectáculo para poder comunicar a sus amigos no-asistentes dónde ha estado y qué ha pasado realmente. Tal vez lo más parecido sea ser abducido a la nave nodriza de unos extraterrestres lujuriosos, y luego volver entre los mortales, para explicar qué ha ocurrido la última hora, antes de que se encendiera la luz en medio de ese sobrio escenario.
Al igual que el resto de mortales, quiero pensar que el señor Noguera es un hombre ordenado que intenta mostrar un espectáculo caótico basado en un riguroso guión aprendido al pie de la letra. Parece ser que no es así y eso es lo que hace especial este espectáculo, donde los amantes de la improvisación van a disfrutar de un humor descerebrado con mucha sesera. Así comenta él mismo lo que uno puede encontrar en su espectáculo: “Cantaré un poco, habrá ataques, estocadas sonoras, rigidez muscular, indignación fingida y rodillas forzadas hacia adentro, pero también habrá espacio para finezzas… silencios súbitos, cambios de banda, sobreentendidos desvelados, falsos paspartús.”
Jordi Costa, crítico de El País, dijo que el Ultrashow hay que vivirlo, no se puede contar. Si llevas mucho tiempo sin desencajarte la mandíbula y prefieres estar lamentándote el resto del año por no haber ido a ver el Ultrashow en la Sala Russafa, deberías de empezar el tratamiento que sólo el Doctor Noguera te puede proporcionar.