Todos tenemos un amigo que un día nos suelta esa frase que es el principio de un gran amor, “¡Tienes que escuchar a este tío!”. Ese tío era Elliot Smith y el amigo Javi Diaz Vizcaya. “Duran” como llamamos todos a Javi es un tipo especial, un guitarrista extraordinario pero con mala suerte ya que ninguno de sus proyectos ha cuajado, pero pocos instrumentistas hay en nuestro país con su talento. Un tipo con intuición y con mucho gusto musical. Quizás por ser algo mayor he sido yo quien más cosas le he descubierto en todos estos años de amistad, pero debo reconocer que mi amor hacia Elliot Smith es gracias a él.
Smith nació en Omaha, Nebraska, pero creció en Texas. Residió durante la mayoría de su vida en Portland, Oregón, donde consiguió sus primeros éxitos. Era un habitual de la escena local donde se formó un nombre y una pequeña leyenda. Antes de empezar su mágica carrera en solitario, tocó durante varios años en la banda de rock alternativo pseudo grunge Heatmiser, con la que llegó a grabar varios discos, a cada cual más recomendable. Si bien es cierto que ninguno de esos trabajos hacía presagiar la magia y el talento de Elliot.
Sacó su primer disco en solitario en 1994, publicado en los sellos independientes Cavity Search Records y Kill Rock Stars. Un disco introspectivo, sombrío y casi desnudo donde su voz adquiere una profundidad inédita hasta entonces. Desde el inicio con “Roman Candle” tus sentidos quedan aletargados por las historias de Elliot, sus armonías vocales y su sutileza instrumental. Un gran disco que en mi opinión no goza de todo el reconocimiento que se merece. Un disco donde hay poca instrumentación, guitarra acústica, algún riff de eléctrica y escobillas en un tambor tan sutil como omnipresente. Un disco alejado de las modas del momento y que por desgracia eclipsó a Heatmiser. Muy bien recibido por la crítica Elliot da una lección magistral de Fingerpicking.
En 1995 un año después, Kill Rock Stars publica “Elliott Smith”, un disco con un proceso de grabación similar al de su presentación “Roman Candle”, pero con cierto grado de maduración y una mínima experimentación.
Otra delicia de disco en donde Elliot da otro paso más en su ascenso compositivo. Las drogas aparecen por primera vez en sus letras y es que el coqueteo de Elliott con ellas era un secreto, su adicción al alcohol era algo más grave y preocupante, por esos textos se gana una fama de artista sombrío de la que intentó zafarse en sus siguientes trabajos infructuosamente.
En 1997 llega su primera obra maestra, “Either/Or”, uno de los discos más valiosos de la década de los noventa. En este trabajo Elliott trabaja con instrumentación mucho más completa que en los discos anteriores aunque la belleza y la simplicidad sigue siendo marca de la casa. El propio Smith se encarga de muchos de los instrumentos, un ejemplo de esa nueva riqueza musical es “Alameda” donde cada nota del bajo te pone los pelos de punta.
El título del disco está inspirado en el libro del filósofo danés Søren Kierkegaard, un libro que trata temas como la psicología existencial, el miedo, la muerte o Dios, temas recurrentes del universo de Elliott. Todas las canciones del disco son tan frágiles como el alma de Elliott y parecen estar a punto de quebrarse en cualquier momento, “Ballad of big nothing” es capaz de dejarme desolado durante semanas. Tras una intervención de sus amigos preocupados por su nueva adicción a los barbitúricos, más su fuerte y creciente alcoholismo, provoca que Elliott abandone Portland y ponga rumbo a Nueva York donde podía pasar desapercibido más fácilmente. Habitual de los bares y tugurios más cochambrosos de Brooklyn su descenso a los infiernos iba a acompañado de sus mejores trabajos musicales.
Antes de esto, en 1996, Gus Van Sant que lo conocía por haber vivido en Portland le pide que participe musicalmente en su nueva película, “El indomable Will Hunting”. Elliot aporta una versión orquestal de “Between the Bars” con Danny Elfman con unos arreglos orquestales magníficos.
Aparte de esta graba una canción nueva, “Miss Misery”. Para completar su aportación otras tres canciones de discos pasados aparecen en la banda sonora: “No Name #3″, de “Roman Candle” y “Angeles” y “Say Yes”, de Either/Or. El largometraje fue un éxito tanto de crítica como de público, y Elliott recibió una candidatura de los premios Óscar por “Miss Misery”.
Esto que en otras manos sería un as bajo la manga y una puerta al éxito masivo, en su caso fue un agravante a su futura autodestrucción. Smith solo accedió a tocar la canción en la ceremonia de Hollywood después de que los productores le amenazaran con que la canción sería tocada esa noche en directo, por él o por un músico de su elección. Ante el disgusto y para no decepcionar a Gus, su mayor valedor, subió al escenario en los dos minutos más extraños de su vida.
En 1998 y tras firmar con la importante discográfica Dreamworks Records, la depresión en la que está sumido Elliott lo tiene atenazado, y aun así logra entregarnos otra obra maestra: “XO”, un disco con una sonorización más completa, con toques barrocos y arreglos más elaborados de los utilizados hasta entonces.
El disco vendió unas 400.000 copias, más del doble que sus dos primeros discos juntos. Este sigue siendo el mayor éxito en ventas de toda su carrera. La banda que lo acompañaba era Quasi, una banda originaria de Portland, que estaba formada por su excompañero en Heatmiser, Sam Coomes a la guitarra, y su exmujer Janet Weiss como baterista.
Dos años más tarde edita “Figure 8″, su tercera obra maestra que cierra una trilogía al alcance de muy pocos, un disco que destila luz, paz y alegría con una colección de canciones sublimes. Personalmente es mi disco favorito de Smith. Y mientras tanto su vida personal se derrumbaba a pasos agigantados, la continuación de “Figure 8″ se retrasa sine die, y Elliot rompe con su representante de toda la vida. En 2001 junto al productor Jon Brion tenía prácticamente listo una nueva colección de canciones que el artista hizo desaparecer tras discutir y romper su amistad con Jon tras las duras palabras de este ante su adicción a las drogas.
Elliott se convirtió en un yonqui alcohólico sin rumbo, con problemas con su sello que no hacía más que pagar facturas por discos y grabaciones que no veían la luz, enfrentamientos con la policía y unos directos cada vez más terribles. Por desgracia la música había pasado a un segundo plano.
Los siguientes meses los pasaría en centros de rehabilitación. Mientras trabaja en “From The Basement to The Hill” las cosas parecen ir viento en popa alejado de las drogas, del alcohol e incluso de la carne roja. Pero nadie sospechaba lo que se cocía en el interior del alma de Elliott, tras una cruda discusión con su pareja, esta se encierra en el baño. Al dejar de escuchar gritos sale y se encuentra a Elliott con un cuchillo de sierra clavado en su corazón, al sacárselo se desploma y fallece.
Un final tan extraño como poco sorpresivo. Si bien es cierto que la causa se cerró como suicidio, había una breve nota de suicidio en un post-it: “I’m so sorry love, Elliott. God forgive me”. La teoría de la agresión se barajó durante mucho tiempo. Nunca sabremos qué sucedió, la autopsia reveló que Elliott estaba limpio de drogas, pero fuera una lesión auto infligida o no, Elliott llevaba mucho tiempo auto destruyéndose.
Salió al mercado el doble disco que tenía entre manos Elliott pero con el control de su familia sobre su legado se quedó en un largo disco sencillo. La familia desechó las canciones más depresivas y virulentas donde Elliott retrata sin adornos sus adicciones y su depresión. Más tarde llegó “New Moon”, una colección de caras B y descartes del pasado con el aliciente de satisfacer al fan, nada más. Libros y biografías varias llegaron al mercado pero en mi opinión lo más destacado es el maravilloso y duro documental “Heaven Adores You”. Elliott fue un ángel, un ángel auto exterminador que con diez discos en el mercado, tres de ellos con Heatmiser, dejó una huella eterna en muchos de nosotros. Dios te perdonó querido Elliott, Dios te perdonó.