Como si el mismísimo Dante Alighieri hubiera escrito el guion del Mad Cool de este año, los asistentes al festival de festivales, de la gran experiencia musical del año (así nos lo han vendido) han padecido lo mismo que si hubieran vivido su propia Divina Comedia. Momentos infernales y paseos por el purgatorio hasta alcanzar el paraíso con la música. Voy a centrarme en los acontecimientos musicales pues ya se han jactado los medios generalistas (o no) en destapar las vergüenzas de un festival que ha pretendido multiplicarse sin saber sumar y restar. Demasiado crecimiento en tan poco tiempo. Pero la verdad es que se rozó la tragedia en demasiadas ocasiones. Empecemos con la crónica musical.

Todos estos festivales actuales con infinidad de escenarios y carteles interminables no son más que un reclamo para los que siempre llegan tarde o para los vagos. El negocio musical ha variado y estas “Experiencias musicales” no acaban de convencerme. A estas alturas quien no haya visto a según que bandas con cierta edad cumple las dos condiciones anteriormente citadas. Creo sinceramente que el peor error del festival, musicalmente hablando, fue su potente pero irregular cartel, sumado a una distribución que contribuyó a que el 80 % de los asistentes no se moviera en los tres días de los dos escenarios principales.
En mi opinión deberían haber solapado ambos escenarios, distribuido mejor a los artistas y colocar estos dos escenarios cada uno en una punta del recinto. En grandes festivales, de esta envergadura al menos, hubiera sido de lo más normal que a la misma hora hubieran tocado artistas como Pearl Jam y/o Kasabian, Franz Ferdinand y/o Arctic Monkeys incluso Queens of the Stone Age y Nine Inch Nails algo que hubiera repartido al público. Si además sumas un tercer o un cuarto escenario competitivo hubieras evitado el que por momentos las 80 mil personas parecieran estar presenciando el mismo concierto. También creo sinceramente que el rollo de los vip, y premium es una lacra muy dañina para la música. Un negocio lamentable y que aborrezco con todas mis fuerzas. Empezamos…

Jueves 12. “Desde Seattle con amor”.
Slaves son unos valientes, abrieron el festival a pecho descubierto dos kamikazes enfrentándose a la terrible labor de abrir un festival. Mientras el caos se iba amontonando en la entrada, ellos descargaron un set basado en sus cortes más burros, sin sutilezas de ningún tipo, su directo fue tan potente como descontrolado y anárquico y no siempre en el buen sentido. Tras ellos Eels se descolgó con un ameno concierto que conjuntaba temas propios renovados y certeras versiones de clásicos como Prince o The Who.
Tras esto la preciosista música de Fleet Foxes sonó maravillosamente pero sigo dudando de que su propuesta sea la más adecuada para un evento así y más a esas horas. Ellos hicieron un concierto excelente, pero entre amigotes de charla y gente que pasaba por allí, la magia de su propuesta se desvanecía más allá de las primeras filas, una lastima. Desde la lejanía se disfrutaba de la actuación de Tame Impala un grupo que a medida que crece decrece mi interés en su música, que ha pasado de excitante a aburrida en tres discos. A su favor decir que en directo me aburrieron mucho menos de lo que lo hace su útimo disco. Gran puesta en escena y muy buen sonido para los australianos.
Y visto lo visto llegó la hora del plato fuerte de todo el festival, tras 11 años sin pisar Madrid, Pearl Jam acapararon la atención de toda alma. Su actuación tenía una virtud de la que hubiera carecido de ser una visita no festivalera, adecuaron su setlist al minutaje del evento y con ello se dejaron en el tintero canciones menos afortunadas de discos irregulares como Binaural. Desde el inicio con “Release” se vio claramente que “Ten” iba a ser el protagonista absoluto hasta siete cortes interpretaron. La mitad del repertorio fue de sus tres primeros discos. Fieros y robustos sonaron totalmente engrasados, el único pero a su gran actuación fue la incursión de tres cortes de su ultimo disco, el único de su trayectoria que en mi opinión bordea el suspenso. Alargaron las canciones fluidamente y por ello se dejaron temas del setlist por interpretar, el cierre con el cover de Neil Young demostró que en cuestión de rock son únicos.

Tras ellos los británicos Kasabian salieron espoleados por la tormenta desatada por el combo de Seattle y tiraron de sus cortes más festivaleros para competir con los norteamericanos pero quedó claro que Pizzorno y Meghan van perdiendo fuelle con los años. Un setlist de 14 cortes y ninguno de Velociraptor fue tan sorpresivo como innecesario. Optaron ante la afrenta planteada tirar por la tangente de sus canciones más potentes y aunque pusieron ganas no lograron acercarse a sus mejores noches, no hablemos ya de acercarse a lo vivido unos minutos antes con Vedder y cía.

Viernes 13. “Darwin y la evolución de los Monkeys”.
El segundo día empezó con claros tintes pop y tanto Real Estate como Kevin Morby se dejaron la piel ante el sol de Valdebebas. La curiosidad y la nostalgia me empujaron hacia el concierto de At The Drive In pero no fui el único, Jack White presenció toda la actuación desde un lateral. Ni ellos ni yo somos los mismos que hace 17 años cuando los vi por primera y última vez hasta el otro día. Donde hubo fuego siempre quedan brasas de ahí que lograran sacarme del letargo y recuperara por una hora la rabia punk que siempre he tenido en mi interior. Al final del festival su actuación debería figurar entre las más destacadas pero ya sabemos los que estábamos allí.
Sorprendido por la furia, parece ser eterna, de Cedric y Omar me dirigí a presenciar la actuación de Snow Patrol, otros que vienen con un irregular disco bajo el brazo pero que contra todo pronóstico dieron un recital notable.

He de reconocer que fui de los que creía que The White Stripes, The Strokes incluso en menor medida Arctic Monkeys iban a recoger el testigo de Nirvana pero al final ha resultado que ninguno de estos ha logrado tan enorme responsabilidad. Jack White es un guitarrista brillante, un tipo con un talento descomunal para componer canciones pero de todas las veces que lo vi en sus diferentes bandas siempre saqué una conclusión, en directo confunde el tocino con la velocidad, va siempre acelerado y dota de demasiada fuerza a un cancionero que brilla más con matices que con la fuerza. También reconoció involuntariamente con su repertorio ser consciente de que lo logrado junto a Meg White son sus mejores y más efectivos temas. Esta vez se volvió a emborrachar de decibelios y de nostalgia.
Y llegó el segundo plato fuerte del festival Arctic Monkeys aparecieron en escena y salvo algún nostálgico que se dirigió a ver a Alice In Chains, hasta la noria del festival centró su mirada en Alex Turner. Esta es la sexta ocasión que veo en directo a los de Sheffield, desde la primera vez en 2005 hasta ahora les he visto crecer y evolucionar, tanto sus discos como sus directos han mejorado y madurado pero si tocaron el techo creativo con el magistral “AM” solo el tiempo tiene respuesta. Nunca les he visto ofrecer un mal concierto, Alex Turner cada vez canta mejor y la banda en cada espectáculo da una masterclass pero ni me convence su último disco ni el histrionismo de Turner acaba de convencerme del todo. Dieron un muy buen concierto, profesional como pocos, pero esa sensación de peligro, esa magia que tuvieron en el pasado en mi opinión se ha evaporado. Quizás sea un problema personal ante su evolución musical pero creo firmemente que los mejores días de Arctic Monkeys han pasado a mejor vida. Soy de esos románticos que cree que el rock ha de ser sucio y peligroso y Turner es cada vez más un Nick Cave para todos los públicos. Aun así entiendo a los que vibraron con el recital de los monos.
Tras ellos un caso a la inversa, el grupo que entrega un debut perfecto y se va deshinchando con cada disco pero que en directo es siempre igual de efectivo. Franz Ferdinand son sabedores de qué temas incluir de cada nuevo disco en su repertorio para hacerlo infalible y si quieres canciones saltarinas, estribillos adictivos y diversión a raudales ellos son tu grupo. Para un servidor su propuesta es tan respetable como otras pero jamás será un grupo que puedan cambiar la vida de alguien como sí lo han sido compañeros de generación. Alex Kapranos hizo bailar hasta a los muertos. Lo de Massive Attack era predecible por parte de la organización que sabían de las exigencias del grupo con meses de antelación por lo que para mí son los máximos responsables de la espantada de los de Bristol, una temeridad más.
Sábado 14 “Enjoy the violence”.

El sábado entre el mosqueo general y el cansancio la cosa parecía estar más relajada pero ni por esas. Rag N Bone Man destiló carisma y vozarrón a pleno sol. Su repertorio se acercó más al soul clásico que a su vertiente más moderna pero aun así fue uno de los destacados del Festival. Y tras él llegó el concierto que más me gustó de los tres días, Jack Johnson ese tipo feliz y contento con la vida sembró de buen rollo el escenario Madrid Te Ama.

Logró emocionarme más que el inicio de Pearl Jam y que el reencuentro con At The Drive In, el norteamericano hace fácil lo sencillo y despista a los que creen que su música es dulce e inofensiva. Un repertorio basado en su magnífico “In Between Dreams” no puede fallar. Con sus inseparables Zach y Merlo llegó y convenció a los fans, más de lo que pensaba, y a los curiosos. La jam final con Portugal The Man y el “Rocky Raccoon” de The Beatles fue una demostración más de que Jack es una de las mejores personas del mundillo.
Y tras la calma, la primera tormenta de la noche Josh Homme y sus reinas. Era de cajón que si algún artista debía protestar con fiereza con el tema de la zona vip y privilegios varios era él. Quizás Eddie y los suyos prefirieron pasar página al formar parte de un festival organizado por su archienemigo Ticketmaster. Uno de los pocos lunares en la sensata carrera de los de Seattle. Josh es un irresponsable, sembró el caos y pudo ser el instigador de una desgracia, aunque todas sus palabras están justificadas, no por ello dejan de ser una temeridad. Que actúe gratis para los que no pueden no ya pagar un abono Vip sino una entrada a sus conciertos. ¿Su actuación? una maravillosa tormenta sónica que incluyó los mejores cortes de su ya lustrosa carrera. Ellos ejemplificaron todo lo que debe ser el rock, vísceras y descontrol. Y eso que Josh Homme parece tener demasiada afición al alcohol y a dar la nota, pero su directo en Mad Cool fue puro rock y bordeó el desastre. Desde el inicio con las notas de la banda sonora de “La Naranja Mecánica” hasta el final con “Song Of The Dead” dedicada a Trent Reznor, Queens Of The Stone Age cumplieron con creces.

Nine Inch Nails que por lo que cuentan fueron unos animales para nada domesticados, realizaron según los que los presenciaron un concierto histórico. Trent abriéndose en dos ante la multitud, si hay una banda capaz de demostrar que el rock puede ser peligroso y a la vez puro sentimiento son ellos.
Antes de los norteamericanos las estrellas masivas del último día, los ingleses Depeche Mode dieron un concierto para sus fans, a los que los vemos desde siempre con reticencias no lograron convencernos para la causa. Su directo es de los que no acaban de despegar en parte debido a una selección de canciones poco conveniente para los pocos puestos en su historia, eso y ser parte de un bocadillo de dos de las bandas más duras del festival les puso en una posición delicada. Sus fans gozaron, los que los veían por primera vez se dejaron llevar por la nostalgia y otros más reticentes y analíticos como yo, vimos a una banda algo caduca, con un frontman desfasado e histriónico hasta la exageración y una música transformada en rock de estadio más cerca de Queen que de Kraftwerk, su propuesta rockera da síntomas de un dopaje innecesario. Su base musical es la electrónica, y esa frialdad con la que deshacían el infierno en el pasado.
En el otro extremo del recinto Future Islands desgranaron un set que se vio arruinado por unos incomprensibles gruñidos death metaleros de Samuel de vez en cuando que no venían a cuento, sin dudarlo algo no funcionaba bien en una actuación en la que su voz era áspera, desafinada y molesta. Creía que iba a resultar difícil pero se puede hacer una crónica de este Mad Cool obviando sus muchísimos defectos organizativos. La música fue el único paraíso y cuando lo acariciamos todo los problemas desaparecieron y eso que el infierno y el purgatorio acecharon en cada esquina.
// Fotografías por María José Vélez.