Interesante, compleja y, en ocasiones, brutal. Así es The Handmaid’s Tale, la serie de HBO basada en la novela homónima de Margaret Atwood (ganadora, entre otros premios, del Príncipe de Asturias de las Letras). Publicada a mediados de los años 80, la novela de la escritora canadiense es considerada por muchos como una obra de culto.
The Handmaid’s Tale nos sumerge en Gilead, una república totalitaria dirigida por un movimiento que se hace llamar ‘Hijos de Jacob’ y situada en lo que había sido hasta ese momento los Estados Unidos. Bajo esta teocracia y fundamentalismo religioso las mujeres son tratadas como propiedad del Estado, no les está permitido leer, ni hablar ni mostrar sus sentimientos. Les han quitado todos sus derechos. Se han convertido en las criadas de las familias de los grandes dirigentes y tienen como única misión actuar de mujeres útero, procrear hijos para la República.
Una de estas mujeres es Defred (Elisabeth Moss), protagonista y narradora de la historia, que tiene como principal objetivo sobrevivir y recuperar a su hija que le fue arrebatada. A través de pequeños flashbacks, la serie nos muestra que antes de ser Defred esta mujer fue June (son rebautizadas para quitarles su verdadera personalidad), una chica normal, con una vida muy parecida a cualquiera de nosotros. La identificación con la protagonista es inmediata. Cualquiera podríamos ser ella. Y esto es una de las cosas que más asusta de la serie.
Junto a Defred se encuentran el Comandante (Joseph Fiennes), la mujer de éste, Serena (Yvonne Strahovski) y el chófer (Max Minghella). Todos personajes oscuros e intrigantes a los que Defred se tendrá que enfrentar en numerosas situaciones para poder salir adelante, seguir con vida y buscar la manera de escapar de ese lugar.
Todas las actuaciones son excelentes pero si hay que destacar alguna ésa es, sin duda, la de Elisabeth Moss. La cámara se acerca continuamente a su rostro, cuya mirada expresa en cada momento lo que siente. No hacen falta las palabras para entender lo que Defred está pensando.
Con una estética minimalista, un acertado uso de la luz y una escenografía cercana a la novela romántica decimonónica, la serie consigue transmitir una atmósfera angustiosa y opresiva.
Diez capítulos componen esta primera temporada de The Handmaid’s Tale. Los primeros te sitúan en escena y consiguen el continuo asombro del espectador, hacia la mitad la acción se estanca un poco pero conforme nos vamos acercando al final de la temporada, vuelve a subir la adrenalina dejándonos con un final que pide a gritos una segunda temporada.
Uno de los mensajes que se extraen de The Handmaid’s Tale es la fragilidad de las democracias occidentales y la facilidad con la que un grupo de fanáticos se puede hacer con el control de un país, convirtiéndolo en una sociedad patriarcal y arrebatando a las mujeres sus derechos y su ciudadanía, dejando de ser personas libres. Tendremos muy en cuenta lo que la propia Atwood afirma: “no hay que creer que esto no volverá a pasar”.