Ikemeso

La primera vez que oía la palabra ikemeso se me hizo la boca agua pensando que mi paladar tenía una variedad nueva de sushi por conquistar. Pero lo que había descubierto era algo mucho mejor: una prueba (más) de que los japoneses nos llevan años luz en cuanto a frikadas e ideas descabelladas. Porque la idea de pagar para que un tío buenorro te consuele mientras lloras es descabellada…¿o no?

En Japón esto no debe resultar tan loco porque la empresa de Hiroki Terai, el tipo que tuvo esta idea, está petándola. Pero empecemos por el principio. El término Ikemeso viene de la fusión de las palabras ‘guapo’ (ikemen) y ‘llorar’ (mesomes). Y consiste exactamente en que las mujeres japonesas puedan desahogarse y llorar al lado de un hombre apuesto que la consuele por el módico precio de 55 euros la hora. Por si lo dudabas, esta tarifa incluye que tu guaperas particular te de un abrazo y  te seque las lágrimas de la cara con gesto tierno.

¿En serio? Sí, eso mismo pensé yo. Por una parte parece una idea ocurrente y, visto su éxito, bastante práctica. Parece que la sociedad japonesa, y en concreto las féminas trabajadoras, viven ahogadas por un entorno laboral patriarcal y cargado de tensión. Visto así, que surja un servicio de clínex humanos para cubrir esta demanda de desahogo es de lo más lógico e inocente.

Pero las siguientes preguntas son obvias: ¿en qué condiciones laborales trabajan en Japón para necesitar estos servicios?¿por qué las trabajadoras japonesas necesitan llorar más que los hombres? ¿y por qué se han tomado eso de Boys don’t cry tan en serio?

Más allá de diferencias de género y dudas sobre la humanidad del sistema laboral, toda esta lágrima huele a que los japoneses necesitan una vía para expresar sus emociones, sea como sea. Por eso tienen grupos llamados rui-katsu (deja de pensar en sushi, por dios: rui-katsu significa literalmente “actividad lacrimógena”) destinados a que la gente llore en comunidad y se desahogue para ser más feliz. Con ese loable objetivo en mente, el menú suele consistir en poesía, cortos y todo tipo de material sensiblón.  Y si te va eso de llorar en público, también puedes acudir a un nakugo o contador de historias tristes, inspirado en los más tradicionales rakugos, que son contadores de historias humorísticas.  Hay gustos para todo.

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¿Has adivinado quién anda detrás de estos eventos en los que abundan los clínex y los ojos rojos? ¡Bingo! El impulsor es el mismo Hiroki Terai, que afirma que el acto de llorar libera estrés, y que si los japoneses aprendieran a liberar emociones de esta forma, Japón sería un país mucho mejor donde vivir. De hecho, este mismo año Terai ha publicado un libro de fotografía titulado Handsome men in tears (Hombres guapos llorando) con este mismo objetivo. Mientras decidimos si este señor es un visionario o un demonio, podemos ojear su catálogo de ikemesos: ¿prefieres llorar sobre el hombro de un dentista, de un chico malo, o de un intelectual madurito? Para que luego digas que no tienes opciones…

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