La sensación que el Bastard Coffee & Kitchen produce con solo atravesar la puerta es automática, no hay transición, pasas de Valencia a San Francisco sin darte cuenta. Nuestro viaje no fue a través del espacio-tiempo sino en bicicleta, y no tardamos más de 15 minutos desde el centro. Un paseo.
Una vez dentro, necesitas un par de minutos para recorrer todo el espacio con la mirada y otro par de minutos para cerrar la boquita de flipado que se te ha quedado. Es inmenso. El local saca todo el partido posible a un bajo de esquina de la zona de Xúquer, donde antes se ubicaba una tienda de muebles, con una altura de techo de más de 6 metros, y mucho, mucho espacio. Las mesas, algunas para dos o cuatro personas, otras para más de seis, con bancos corridos para sentarse, se distribuyen libremente sin un patrón muy definido. Están lo suficientemente separadas unas de otras como para ver lo que pide el vecino sin escuchar lo que hablan (absténganse cotillas).
Un espacio vasto con una decoración muy adecuada y bien seleccionada, la combinación perfecta. Los suelos de madera envejecida y hormigón pulido, los pilares de hormigón desnudos, con la textura del árido vista, paredes decapadas, ladrillo macizo pintado de blanco, vigas de acero, instalaciones al aire colgadas del techo… y unos grandes ventanales de hierro con el logo impreso sobre el vidrio consiguen un auténtico aspecto industrial, que no se queda en la superficie. Basta entrar en el baño, con dos pilas de mármol macael macizo y tuberías de suministro anti incendios como grifería para saber de qué estamos hablando.
El Bastard lo completan una barra revestida de traviesas de tren recuperadas, un gran espejo colgado de una de las paredes, un sofá chester para las esperas junto a la entrada y plantas, un montón de plantas por todas partes, en el suelo, suspendidas del forjado, por las paredes y hasta en un gran macetero central, donde tienen plantado un pequeño olivo, que logran ese aire de autenticidad americana: sencillo, natural y austero y sobre todo cálido, muy cuidado, limpio y luminoso.
Pensábamos quedarnos aunque solo sirvieran agua, luego nos dieron la carta y empezó el festín. De primero pedimos una Ensalada Waldorf.
Cantidad justa para compartir o para tomar un plato ligero y seguir trabajando después de comer. Nosotros la pedimos al centro y nos pareció un entrante perfecto. Lechuga, hoja de roble y rúcula, aliñadas con una salsa Waldorf, que da nombre a la ensalada, y que consiste en una mezcla de mayonesa, mostaza de Dijon, un toque de nata y zumo de limón. Muy fresco y suave. Sobre la base verde condimentada, unos granos de uva roja cortados por la mitad y unos dados de manzana con su piel, lo que da un toque rústico a la ensalada, unas nueces caramelizadas y un filete de pechuga de pollo bien tostado y trinchado por encima. Puede ser un plato único con el que matar el gusanillo hasta bien entrada la tarde.
El Pollo al Curry, al igual que ocurría con la ensalada, nos llama la atención el contraste de colores de los ingredientes sobre la vajilla negra.
Unos dados de pollo con salsa de curry sobre una cama de hummus y una buena guarnición de cuscús forman una gama de ocres que abre el apetito sólo con verla. Los trozos de pollo son de verdad, grandes, y la salsa de curry no lo inunda todo sino que adereza la carne en su justa medida. Este plato exótico, medio árabe medio hindú, lo completan la base de hummus, que no tiene nada que envidiar a la de algún restaurante especializado de la zona, y un cuscús muy suelto, bien preparado, que combina perfectamente con el resto de ingredientes. Un plato muy equilibrado y apetitoso.
Nuestra sorpresa llegó con el Pulled Pork, una de las especialidades de la casa que no podemos dejar de recomendar.
Con la referencia de Jamie Oliver en la cabeza, nos explican que la carne de cerdo (la parte de la aguja) se hornea a baja temperatura durante 6 horas en un horno especial que trajeron de Estados Unidos, hasta que se deshace, literalmente. Cuando termina el proceso de cocción todos los jugos de la carne se han mezclado con la salsa barbacoa y el resultado es muy tierno y sabroso. Con una buena porción de esta delicia montan un pepito con unas rodajas de pepinillo y un toque de crema agria, acompañado de unas patatas fritas caseras, todo sobre una tabla de madera. Espectacular! El bollo de pan también lo hacen ellos, y ya están pensando montar un obrador en la parte trasera del restaurante para preparar más variedad de masa, hasta para celíacos. El Pulled Pork es un bocadillo que puedes pedir a cualquier hora porque no es nada grasiento y te da energía para lo que necesites.
Bastard, Coffee & Kitchen es en definitiva un auténtico local americano, con servicio de cocina ininterrumpido, en el que puedes desayunar, tomar un brunch, comer o merendar. A cualquier hora, lo que te apetezca.
Para terminar queríamos una porción de alguna de sus deliciosas tartas, como la Red Velvet, la Carrot Cake o la Cheese Cake… Como estábamos llenos pensamos dejarla para la próxima, ya tenemos la excusa perfecta para volver.