Tomar un vino sin más, por el simple placer de probarlo, sacarlo del encorsetamiento, de las descripciones rimbombantes, sacarlo de la típica comida de familia de un domingo, o de la cena con amigos, o juntarlo deliberadamente con la comida, en un maridaje. En definitiva, pensar fuera de lo que damos por sentado con respecto al vino. Lo importante es que te guste, que lo disfrutes, entiendas más o menos, y que te quedes con la experiencia. La calidad está dentro de la botella, y hay que abrirla para comprobarlo, y así un buen vino puede convertirse en el mejor vino de tu vida si lo has tomado en un momento especial.
Un conejo trajeado, micrófono en mano, nos da la bienvenida a Oliví, una bodega muy especial en el centro del Carmen. Ha sido el escaparate ganador del concurso de Intramurs de este año. Lo montaron Raquel y Ezequiel, un licenciado en Bellas Artes con una larga trayectoria en hostelería, que también toca el bajo en la banda Tostaky, y una fotógrafa con mucho talento. Fabricaron la cabeza del conejo con poliestireno y el cuerpo con un maniquí y un poco de raso para el pelo. Luego lo vistieron con un traje de niño comprado en wallapop, pintaron la base, colgaron las cortinas de terciopelo, instalaron la iluminación de la vitrina… Son unos artistas y se nota, basta que te pases por allí y te darás cuenta.
Oliví era antes una antigua paquetería que ya frecuentaban Raquel y Ezequiel para comprar alpargatas y cosas así. Conserva la carpintería original, los estantes, las vitrinas… Llama la atención la madera vieja de las estanterías donde se exponen las botellas, el espejo inclinado frente a la puerta, la altura del techo, la luz cálida, tenue y acogedora, perfecta para charlar y suficiente para ver. De fondo suena música rock, suave, no se apodera del ambiente. Es un lugar muy auténtico, muy agradable, que conserva la esencia del antiguo comercio de barrio y que cumple una de sus premisas: dar valor a las cosas buenas que tenemos.
La pasión por el vino y por los productos de calidad se respira en este local. Tienen una oferta distinta a lo que hay en otros lugares. Más de 100 referencias componen su oferta, que va variando según la temporada. Los precios oscilan entre 4 y 42€, aunque la gran mayoría se vende por menos de 15€. El descorche son 3€, así que si te acercas con tu pareja, te pides una botella de vino y algo para picar, te puede salir entre 15 y 20€, y pasarás un buen rato disfrutando en un lugar acogedor y tranquilo. Si vas con tres amigos antes de cenar y tomáis una copa de vino y una tapa de queso, os sale a 4€ por persona.
Todo lo que sirven en Oliví te lo puedes llevar a casa, además de una bodega es una tienda. Puedes comprar botellas de vino fuera de lo común (hay botellas muy buenas que no encuentras en otros sitios) a precios muy económicos. Encontrarás muchos vinos de regiones de nuestra comunidad, pero también de cualquier parte del país. Si quieres comprar un vino para una ocasión especial, te aconsejarán en función de la cita, de la comida o del precio que te quieras gastar…
También hay un montón de tapas como el jamón ibérico cortado a cuchillo, la cecina de León, el queso de leche cruda de oveja, las huevas en salazón, los boquerones… y una buena selección de conservas de calidad, como las habitas con jamón o las alcachofas rellenas, que sirven templadas, las zamburiñas, los espárragos… Son habituales del Mercado Central y casi todo lo compran allí.
Cabría pensar que esta bodega tan auténtica tiene por referencia algún local de Madrid o Barcelona, pero Ezequiel cita enseguida alguna bodega de Alcoy, de donde procede, o la bodega Baviera, de la calle Corretgeria, reivindicando el valor de lo nuestro, sin menospreciar otros modelos, pero reclamando el lugar que corresponde a nuestra cultura. Ezequiel, que hace las cosas como las veía hacer en casa de su abuela, es un enamorado del trabajo bien hecho. Tiene gran voluntad y se le nota el entusiasmo por lo que hace cuando habla. Hay pasión en sus palabras cuando te cuenta que las DO antes aupaban el producto en el mercado, pero que ahora comienzan a ser un impedimento para que las bodegas puedan experimentar. Obligar a producir con una uva determinada limita mucho el trabajo de los enólogos.
También cuando explica lo que piensa de la imagen, de las etiquetas. Para él es importante que estén cuidadas, pero cree que algunas marcas invierten mucho en un diseño y después en la impresión de una etiqueta, y suben el precio de la botella, que al final contiene un vino normalito, y piensa que eso está haciendo un flaco favor al mercado. Uno de sus objetivos es luchar contra esto, y darle mayor importancia al producto, no tanto a la imagen.
En Oliví organizan catas periódicamente, en las siempre cuentan con Johan de Smedt, un sommelier que trabaja desde el principio con ellos. Están pensadas para los clientes y tienen muy en cuenta su opinión. Los hay de todo tipo, algunos muy profesionales, otros con buen paladar y mucha experiencia, otros que no saben tanto y quieren disfrutar de un buen rato… El resultado de la cata les sirve para seleccionar los vinos que después van a exponer en sus estantes. Les importa mucho aprender cómo se elabora, las cosas del terreno, de las cepas, de los barriles, por qué se hace así y qué ocurre si lo haces de otra manera, qué pasa si utilizas esta uva en lugar de esta otra, si es roble americano o francés, y muchos más secretos que guardan los entendidos. Para ellos la parafernalia en torno al vino es menos relevante.
Vinos que probamos:
1. Pájaro Rojo, DO Bierzo (Mencía)
2. Barranc dels Cirers, DO Castellón (Merlot, Garnacha y Cabernet)
3. Terres Calisses, DO Castellón (Merlot, Garnacha y Cabernet)
Tapas que probamos:
1. Cecina de León, de una calidad espectacular, con grasita entreverada y un sabor suave (la cecina la conservan al vacío para que mantenga todas sus propiedades y no se seque, ni adquiera un sabor fuerte).
2. Queso de Palencia de leche cruda de oveja, muy bueno, textura firme, no se rompe. Es seco, con mucho aroma y sabor. Tan bueno que nos comemos hasta la corteza. Este queso lo tiene muy poca gente en España, y como es de leche cruda, cambia de sabor si vas al cabo de tres semanas, es un producto vivo.
3. Huevas de Maruca muy suaves, con su punto justo de sal. Son tan suaves que te las comes a palo seco, y ofrecen un contrapunto muy interesante a un vino joven. Las sacan con unas almendras tostadas.
4. Zamburiñas en salsa de vieiras, estaban tan buenas que volaron del plato, y por supuesto todos acabamos rebañando la salsa con pan!