Los nuevos caminos del FIB

Desconocemos si será el decano, pero sí que apostamos por que el FIB sea el veteranísimo de la lluvia torrencial de festivales estivales (¡sapristi!) que riega el estado español durante estos meses de arquetipos polloperas.

Tras el caos –dicen, comentan…– del Mad Cool y las pocas sorpresas de la cita madrileña, el FIB ha subido su apuesta: sí, sigue siendo el festival guiri por excelencia; sí, lleva jugando a la nostalgia desde unas cuantas ediciones; y sí, el giro hacia la electrónica, el hip hop e incluso el trap, sigue siendo culpable.

Así, sin megaestrellas internacionales del género como en anteriores ocasiones, se entiende la presencia de C. Tangana radiando los calores, y bien refrescante que resultó su chulería salvando prejuicios y el encasillamiento como rara avis. De todos modos el FIB sabe jugar sobre seguro como nadie, dándole a su público el pan y circo anual bien consagrado en su feligresía pese a los guiños de cara a la galería y los brindis al postureo más graciosos –por ridículos– que patéticos –por innecesarios–.

La inclusión de Travis Scott, que parecía pasar de todo tanto como bien lo hizo pasar al público, responde a esta nueva dinámica del FIB escanciando bailoteo y perreo. Oddisee & Good Compny fue también punto cardinal de esta nueva brújula del festival, con un show de fuegos artificiales constantes, tan macarra como elegante, aperitivo de futuras apuestas de carteles de años venideros.

El FIB baila y tiene flow, quién nos lo iba a decir.

Asumiendo que el concepto de festival estival es ya una enorme verbena desde el garrafón vía la inclusión de Dorian, Izal o Los Punsetes, es justo reconocer que la programación se asemeja a salir de fiesta con un amigo del que estás hasta las gónadas y ha llegado al punto de caerte mal, pero que sabes que con él la noche es infalible. De ahí se explica la obsesión por el karaoke anual de uno de los Gallagher –este año Liam– para que las huestes del britpop entonen su pobre de mí particular y lancen litros al aire.

OLYMPUS DIGITAL CAMERAThe Charlatans fueron un poquito más elegantes, talentosos y un recordatorio para nosotros casi cuarentones, de que hay que ir al médico cuando te duele algo, que luego vienen los sustos. Benicassim meets Benidorm.

De The Killers decir que no harían un concierto aburrido ni queriendo, así que cabezas de cartel bien gordos y a mucha honra: la gente vibró, bailó y coceó en la mayor y absoluta fiesta; con merecimiento. Siguiendo con los pesos pasados, Two door cinema club y Pet shop boys hicieron lo que mejor saben hacer, y a buen entendedor… mientras que Belle and Sebastian demostraron que pese a jugar en casa y tener grandes canciones son un grupo a los que tocar en un festival no les beneficia excesivamente, siendo con todo lo más digno del batallón de vacas sagradas y de sospechosos habituales.

OLYMPUS DIGITAL CAMERAToundra son un caso curioso: una banda que es mortecina en disco pero cuyo directo es de lo mejorcito a nivel nacional (al nivel de Aina o los Standstill de la buena época) que se puede disfrutar desde hace tiempo. No fallan, lo clavan siempre. Madness en su línea, se ve que le han cogido el gusto a Benicàssim –el arroz y la poligamia es lo que tienen– y de nuevo fueron de lo mejor del festival, porque a estas alturas a tablas poquitos les van a ganar y One step beyond es Historia. A falta de Carpenter Brut –ojo el año que viene– tuvimos a Justice, y los franceses tocaron a rebato con su electrónica gamberra. Ruido hacen y estilo no les falta, aunque a veces se echa de menos que pisen el acelerador y atronen más al personal. Con todo, en el podio del festival.

En cuanto a las sorpresas, muy bien Sofi Tukker cubriendo con mucha dignidad la cuota de petardeo demostrando que son de Nueva York y saben poner tiesa a la gente por herencia e inercia. Wolf Alice tampoco es que sean mucha sorpresa, pero rockean de manera inmisericorde, como toca, y su show devolvió a las guitarras al trono ante otras propuestas. La Plata son jóvenes, guapos (tienen una guitarrista que es pura nube hecha carne) y descarados; a mí no me gustan especialmente pero su concierto fue digno y más siendo representación de la terreta, y en Valencia el panorama es yermo por mimetismo.

OLYMPUS DIGITAL CAMERANo se engañen ustedes; desde hace tiempo el nivel es el que es, y el FIB está bizco entre guiñarle un ojo a la camaradería fiel y otro a las nuevas generaciones, cuya idea de cultura musical oscila entre pasar lista en Instagram, la juerga flamenca y tomar más drogas que en el Tour de Francia. Prueba de ello es la inclusión cada vez más publicitada de la figura del dj en pos de la turba de carpa y el imperio de la lista de reproducción (nunca te lo perdonaré, Spotify), porque si hay algo más imbécil que escribir sobre cosas que hacen otros, posiblemente eso sea poner la música que hacen otros. Hace tiempo que la parte industrial ganó a cualquier pretensión de buscar un perfil catártico. En este panorama, donde los festivales de verano son la nueva manifestación de que no hemos entendido nada, nos queda claro que ellos sí lo han hecho, y muy posiblemente el FIB mejor que nadie. No sería justo desaprovechar la ventaja ya que como dijo Alf, mi arte está por encima de tu moral. La rueda sigue rodando.  

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